La tristeza es un estado natural
Estaba buscando mi libreta del CBC, la había guardado en la caja de mis recuerdos. Fue una de las últimas cosas que se había ganado un lugar entre entradas de recitales y cartas de amor de la escuela.
Cada vez que se abre, es casi obligatorio sentarse en la cama o en el piso, vaciarla y vivir 19 años en 5 minutos. Entre tanta papelería, hay una foto, la titulé; La tristeza es un estado natural.
Ahí en la foto estamos abrazados y de fiesta con mi mejor amigo Puchero, que más que una mano derecha es mano izquierda y puño en alto, uno de esos hermanos que se eligen. También está Joaco, primo de entrañas y campeón de la Nintendo68. Ellos me hicieron conocer el San Miguel. El mejor barrio del mundo para trepar árboles, jugar a las bolitas, al fútbol, conocer vicios y también para hacer amistades inolvidables como la de Paréntesis, Fabri y su casco o el Gordo... Así entonces, juntos o por separado hicimos todo lo que el Sanmaikel demandaba.
En el último vistazo a la foto me doy cuenta de que nos mira tristón un arlequín, que se roba toda la alegría de aquél abrazo y de las sonrisas dientudas de tres mitaís.
Me pregunto entonces si será porque el ya sabría que el barrio cambiaría y si sabría también aquello que le sucedería a Fabri.
La felicidad, así como la foto; instantánea.
2014
Cada vez que se abre, es casi obligatorio sentarse en la cama o en el piso, vaciarla y vivir 19 años en 5 minutos. Entre tanta papelería, hay una foto, la titulé; La tristeza es un estado natural.
Ahí en la foto estamos abrazados y de fiesta con mi mejor amigo Puchero, que más que una mano derecha es mano izquierda y puño en alto, uno de esos hermanos que se eligen. También está Joaco, primo de entrañas y campeón de la Nintendo68. Ellos me hicieron conocer el San Miguel. El mejor barrio del mundo para trepar árboles, jugar a las bolitas, al fútbol, conocer vicios y también para hacer amistades inolvidables como la de Paréntesis, Fabri y su casco o el Gordo... Así entonces, juntos o por separado hicimos todo lo que el Sanmaikel demandaba.
En el último vistazo a la foto me doy cuenta de que nos mira tristón un arlequín, que se roba toda la alegría de aquél abrazo y de las sonrisas dientudas de tres mitaís.
Me pregunto entonces si será porque el ya sabría que el barrio cambiaría y si sabría también aquello que le sucedería a Fabri.
La felicidad, así como la foto; instantánea.