Kill Center
Físicamente el lugar donde trabajo es un
cubo de paredes de vidrio donde no llega nada natural, no sol, no agua, no
aire, no nada. Dentro de la caja de cristal, nos repartimos en hileras de cubos
más chiquitos. Ahí es donde producimos nuestro arte o artimaña, como prefieran. La rutina de la repetición es la energía que nos moviliza y la
que nos ayuda a quedarnos en - ése- molde, de explotación con after office.
Al llegar, de lunes a sábado, hacemos un
pacto en el que entregamos nuestras almas a la organización de Dios y del
Diablo, en la cual confiamos y bautizamos como "sistema”. Ofrecemos el alma a
cambio de ventas, ascensos, tres minutos para fumar, para que no nos abandone
su aguinaldo, ni el presentismo a nuestra familia. Difícil el juego una vez empezado, el
cuadrado se vuelve un laberinto, los auriculares tienen un chirrido agudo que lastima hasta los dientes, si se te pasa el break no podés ir al baño y sin darte
cuenta ya le vendiste un Libretón Plus con una Visa y una Mastercard 100% bonificada a una bisabuela que va a
aprovechar un 30% de descuento en un vino para su doctor si la ambulancia llega rápido.
Así, pactando, vendiendo y cobrando pasan
gemelos los días. Y sólo cuando te paran, te das cuenta. Tu compañera de cubo no cumplió los objetivos de la organización D&D y ya no está. Ya
la remplazaron. Y el cuadrado sigue girando, como ruleta rusa, como dolor de
espalda, como eso que siempre soñaste ser.
Ayer por el pacto no pude despedirme de Adriana, una mujer mayor hermosa que necesitaba trabajo. Me
dijo que me apreciaba como a un hijo más, mientras en secreto yo le correspondía aquel amor. Pero pienso la cara con que la hubiese mirado... Si bien llorar es normal dentro del cubo, no podría perder tiempo en eso, ni
hablar con los clientes con la nariz llena de mocos.
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