Manifiestos
(Película de Achero Mañas)
1.Crear un Teatro Libre e Independiente, al margen de ayudas
públicas o privadas, y de esta manera conseguir absoluta independencia tanto de
acción y forma, como ideológica.
2. Crear un Teatro gratuito y sin ánimo de lucro, rechazando
cualquier contraprestación económica.
3. Crear un teatro construido artesanalmente por parte de
los integrantes.
4.Prohibir la utilización de cualquier sistema o metodología
interpretativa
5. No actuar en recintos cerrados, ya sean públicos o
privados.
6. Establecer la Ley Mahoma", o "Terrorismo
Blanco" : Ir en busca del público y procurar su participación directa,
haciéndole cómplice en todo momento.
7. Prohibir la entrada a toda persona que mantenga cualquier
tipo de contacto con el cine o la televisión.
8. Establecer un sistema rotativo en las interpretaciones,
sin hacer distinción de raza, sexo, o edad.
9. Crear propio y nuevo repertorio, quedando prohibida la
adaptación de textos ajenos.
10. Comprometerne a no traicionar el Manifiesto bajo ningún
concepto.
Manifiesto por un arte revolucionario independiente
André Breton,
Leon Trotsky y Diego Rivera
Puede pretenderse sin exageración que nunca ha estado la
civilización humana amenazada de tantos peligros como hoy. Los vándalos, con
ayuda de sus medios bárbaros, es decir muy precarios, destruyeron la
civilización antigua en un rincón limitado de Europa. Actualmente, es toda la
civilización mundial, en la unidad de su destino histórico, la que vacila bajo
amenaza de fuerzas reaccionarias armadas con toda técnica moderna. No solo
tenemos a la vista la guerra que viene. desde ahora, en tiempo de paz, la
situación de la ciencia y el arte se ha hecho absolutamente intolerable.
En lo que conserva de individualidad en su génesis, en las
cualidades subjetivas que pone en obra para desentrañar cierto hecho que
acarrea un enriquecimiento objetivo, un descubrimiento filosófico, sociológico,
científico o artístico aparece como fruto de un azar precioso, es decir como
una manifestación más o menos espontánea de la necesidad. No podría descuidarse
un aporte tal, tanto desde el punto de vista del conocimiento general (que
tiende a seguir la interpretación del mundo) como desde el punto de vista
revolucionario (que para llegar a la transformación del mundo, exige que nos
formemos una idea exacta de las leyes que rigen su movimiento). Más particularmente,
no podríamos desinteresarnos de las condiciones mentales en las que se produce
ese aporte y, para eso no velar porque quede garantizado el respeto a las leyes
específicas a las que está sometida la creación intelectual.
Ahora bien, el mundo actual nos obliga a comprobar la
violación cada vez más general de esas leyes, violación a la que responde
necesariamente un envilecimiento cada vez más manifiesto no solo de la obra de
arte, sino también de la personalidad “artística”. El fascismo hitleriano, después
de haber eliminado de Alemania a todos los artistas en los que se había
manifestado en cualquier grado el amor a la libertad, aunque solo fuese formal,
a obligado a los que todavía podían consentir en sostener una pluma o pincel a
hacerse lacayos del régimen y a celebrarlo por encargo, en los límites
exteriores de la peor convención. Salvo por la peor publicidad, lo mismo
sucedió en la URSS en el periodo de furiosa reacción que ha llegado ahora a su
apogeo.
Se sobrentiende que no nos solidarizamos ni un solo
instante, por mucha que sea su fortuna actual, con la consigna: “¡Ni fascismo
ni comunismo!”, que corresponde a la naturaleza del filisteo conservador y
asustado, aferrado a los vestigios del pasado “democrático”. El arte verdadero,
es decir, el que no contenta con variaciones sobre modelos ya hechos, sino que
se esfuerza por dar una expresión a las necesidades interiores del hombre y de
la humanidad de hoy, no puede no ser revolucionario, es decir, no aspirar a una
reconstrucción completa y radical de la sociedad, aunque solo fuese para
liberar a la creación intelectual de las cadenas que la atan y permitir a toda
la humanidad elevarse a alturas que solo unos cuantos genios aislados han
alcanzado en el pasado. Al mismo tiempo, reconocemos que solo la revolución
social puede abrir el camino hacia una nueva cultura. Si rechazamos sin embargo
toda solidaridad con la casta actualmente dirigente en la URSS es precisamente
porque a nuestros ojos no representa al comunismo, sino que es su enemigo más
peligroso. Bajo la influencia del régimen totalitario de la URSS y por
intermedio de los organismos llamados “culturales” que controla en los otros
países, se ha extendido por el mundo entero un profundo crepúsculo hostil a la emergencia
de toda especie de valor espiritual. Crepúsculo de lodo y de sangre en el cual,
disfrazados de intelectuales y de artistas chapotean hombres que han hecho de
su servilismo un resorte de la renegación de sus propios principios un juego perverso,
del falso testimonio venal un hábito y de la apología del crimen un gozo.
El arte oficial de la época estalinista refleja con una
crueldad sin paralelo en la historia sus esfuerzos irrisorios por dar gato por
liebre y enmascarar su verdadero poder de mercenario. La sorda reprobación que
suscita en el mundo artístico esta negación desvergonzada de los principios a
los que el arte ha obedecido siempre y que ni siquiera estados fundados sobre
la esclavitud han tenido la ocurrencia de impugnar tan totalmente debe dar
lugar a una condenación implacable. La oposición artística es hoy una de las
fuerzas que pueden contribuir útilmente al descrédito y a la ruina de los
regímenes bajo los cuales se ahoga, al mismo tiempo que el derecho de la clase
explotada a aspirar a un mundo mejor, todo sentimiento de la grandeza y aún de
la dignidad humana.
La revolución comunista no tiene el temor del arte. Sabe que
al término de las investigaciones que pueden hacerse sobre la formación de la
vocación artística en la sociedad capitalista que se derrumba, la determinación
de esa vocación no podrá considerarse sino como el resultado de una colisión
entre el hombre y cierto número de formas sociales que les son adversas. Esa
sola coyuntura, con la salvedad del grado de conciencia que queda aún por
adquirir, hace del artista su aliado predispuesto. El mecanismo de sublimación,
que interviene en semejante caso, y que el sicoanálisis ha puesto de
manifiesto, tiene por objeto restablecer el equilibrio roto entre el “yo”
coherente y los elementos reprimidos este restablecimiento se opera en provecho
del “ideal del yo” que alza contra la realidad presente, insoportable los
poderes del mundo interior, del “sí mismo”, comunes a todos los hombres y
constantemente en vías de florecimiento en el devenir. La necesidad de
emancipación del espíritu no tiene, sino que seguir su curso natural para verse
arrastrada a fundirse y a bañarse de nuevo en esa necesidad primordial: la
necesidad de emancipación del hombre.
Se sigue de ello que el arte no puede consentir sin
rebajamiento en plegarse a ninguna directiva extraña y en venir a llenar
dócilmente los marcos que algunos creen asignarle, con fines pragmáticos
extremadamente cortos. Más vale confiar en el don de prefiguración que es la
prerrogativa de todo artista auténtico, que implica un comienzo de resolución (virtual)
de las contradicciones más grandes de su época y oriente el pensamiento de sus
contemporáneos hacia la urgencia del establecimiento de un orden nuevo.
La idea que el joven Marx se había formado del papel del
escritor exige, en nuestros días, un recordatorio vigoroso. Está claro que esta
idea debe extenderse, en el plano artístico y científico, a las diversas
categorías de productores y de investigadores. “El escritor”, dice, “debe
naturalmente ganar dinero para poder vivir y escribir, pero no debe en ningún
caso vivir y escribir para ganar dinero… El escritor no considera en modo
alguno sus trabajos como medio. Son fines en sí, son tan poco un medio para él
mismo y para los otros que sacrifica en caso necesario su existencia propia a
la existencia de ellos...
La primera condición de la libertad de prensa consiste en no
ser un oficio. Es más oportuno que nunca blandir esta declaración contra
aquellos que pretenden someter a la actividad intelectual a fines exteriores a
ella misma y , con desprecio de todas las determinaciones históricas que les
son propias, regentear, en función de pretendidas razones de Estado, los temas
del arte. La libre elección de esos temas y la no restricción absoluta en lo
que se refiere al campo de su explotación constituyen para el artista un bien
que tiene derecho a reivindicar como inalienable. En materia de creación
artística, importa esencialmente que la imaginación escape a toda constricción,
no se deje bajo ningún pretexto imponer derroteros. A aquellos que podrían
instarnos, ya sea para hoy o para mañana, a consentir en que el arte sea
sometido a una disciplina que consideramos como radicalmente incompatible con
sus medios, oponemos un rechazo sin apelación y nuestra voluntad deliberada de
atenernos a la fórmula: toda licencia en arte.
Nosotros reconocemos, bien entendido, en el estado
revolucionario el derecho de defenderse contra la reacción burguesa agresiva,
incluso cuando ella se cubra de la bandera de la ciencia o del arte. Pero entre
estas medidas impuestas y temporales de autodefensa revolucionaria y la
pretensión de ejercer un control sobre la creación intelectual de la sociedad,
hay un abismo. Si, para el desarrollo de las fuerzas productivas materiales, la
revolución se ve impedida a erigir un régimen socialista de plan centralizado,
para la creación intelectual ella debe desde el principio establecer y asegurar
un régimen anarquista de libertad individual ¡Ninguna autoridad, ningún constreñimiento,
ni la menor traza de dirección! Las diversas asociaciones de sabios y los
grupos colectivos de artistas que trabajarán para resolver tareas que jamás
habrán sido tan grandiosas pueden surgir y desplegar un trabajo fecundo
únicamente sobre la base de una libre amistad creadora, sin la menor presión
del exterior.
De lo que acaba de decirse, deriva claramente que, al
defender la libertad de creación, no entendemos de ningún modo justificar
indiferentismo político y que está lejos de nuestro pensamiento querer
resucitar un llamémosle arte “puro” que más que impuras de la reacción. De
ninguna manera, tenemos una idea demasiado alta de la función del arte como
para rehusarle una influencia sobre la suerte de la sociedad. Estimamos que el
objetivo supremo del arte en nuestra época es participar consciente y
activamente en la preparación de la revolución. Sin embargo, el artista no
puede servir a la lucha emancipadora a no ser que se haya penetrado nervios y
que busque libremente ver una encarnación a su mundo interior.
En el período presente, caracterizado por la agonía del
capitalismo, tanto democrático como fascista, el artista, sin que tenga incluso
necesidad de dar a su disidencia social una forma manifiesta, se ve amenazado
por la privación del derecho de vivir y de continuar su obra por la retirada
delante de ésta de todos los medios de difusión. Es natural que se vuelva
entonces a las organizaciones estalinistas que le ofrecen la posibilidad de
escapar a su aislamiento. Pero la renuncia de su parte a todo que puede
constituir su mensaje propio y las complacencias terriblemente degradantes que
estas organizaciones exigen de él a cambio de ciertas ventajas materiales le
impiden permanecer en ellas, si es que la desmoralización se demuestra incapaz
de destruir su carácter. Es necesario, desde este instante, que él comprenda
que su sitio está en otra parte, no entre los que traicionan la causa de la
revolución al mismo tiempo, necesariamente, que la causa del hombre, sino entre
los testimonios en su fidelidad inquebrantable a los principios de esta
revolución, entre los que permanecen, por este hecho, como únicos cualificados
para ayudarla a realizarse y para asegurar para ella la libre expresión
ulterior de todos los modos del genio humano.
La meta de la presente llamada es para encontrar un terreno
para reunir a los defensores revolucionarios subjetivamente de su contenido
social e individual, que haya hecho pensar el sentido y el drama a sus
revolucionarios del arte, para servir la revolución por los métodos del arte y
defender la libertad misma del arte contra los mismos usurpadores de la
revolución. Estamos profundamente convencidos que el rencuentro sobre este
terreno es posible para los representantes de tendencias estéticas, filosóficas
y políticas posiblemente divergentes. Los marxistas pueden marchar aquí, mano
con mano, con los anarquistas, a condición de que los unos y los otros rompan
implacablemente con el espíritu policial reaccionario, que se ha representado
por José Stalin o por su vasallo García Oliver.
Millares de pensadores y artistas aislados, cuya voz es
cubierta por el tumultuoso odioso de los falsificadores asociados, están
dispersos por el mundo. Numerosas pequeñas revistas locales intentan agrupar en
torno suyo las jóvenes fuerzas que buscan vías nuevas, y no subvenciones. Toda
tendencia progresiva en arte es teñida de infamia por el fascismo como una
generación. Toda creación libre es declarada fascista por los estalinistas. El
arte revolucionario independiente debe juntarse para la lucha contra las
persecuciones reaccionarias y proclamar altamente su derecho a la existencia.
Tal agrupamiento es la meta de la Federación Internacional del Arte
Revolucionario Independiente (FIARI) que nosotros juzgamos necesario crear.
No tenemos en modo alguno la intención de imponer cada una
de las ideas contenidas en esta llamada, nos consideramos más que como un paso
inicial en al nuevo camino. A todos los representantes del arte, a todos sus
defensores que no pueden dejar de comprender la necesidad de la presente
llamada, pedimos elevar la voz inmediatamente. Dirigimos la misma proclama a
todas las publicaciones independientes de izquierda que estén prestas a tomar
parte en la creación de la federación internacional y al examen de sus tareas y
métodos de acción. Cuando un primer contacto internacional haya sido
establecido por la prensa y el correo, procederemos a la organización de
modestos congresos locales y nacionales.
En la etapa siguiente deberá reunirse un congreso mundial
que consagrará oficialmente la fundación de la federación internacional.
Lo que queremos: La independencia del arte para la
revolución, la revolución para la liberación definitiva del arte.
A los pueblos y gobiernos del mundo:
Hermanos:
No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder.
Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella. Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida la vida. Para todos la luz. Para todos todo. Para nosotros el dolor y la angustia, para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros el futuro negado, para nosotros la dignidad insurrecta. Para nosotros nada.
Nuestra lucha es por hacernos escuchar, y el mal gobierno grita soberbia y tapa con cañones sus oídos.
Nuestra lucha es por el hambre, y el mal gobierno regala plomo y papel a los estómagos de nuestros hijos.
Nuestra lucha es por un techo digno, y el mal gobierno destruye nuestra casa y nuestra historia.
Nuestra lucha es por el saber, y el mal gobierno reparte ignorancia y desprecio.
Nuestra lucha es por la tierra, y el mal gobierno ofrece cementerios.
Nuestra lucha es por un trabajo justo y digno, y el mal gobierno compra y vende cuerpos y vergenzas.
Nuestra lucha es por la vida, y el mal gobierno oferta muerte como futuro.
Nuestra lucha es por el respeto a nuestro derecho a gobernar y gobernarnos, y el mal gobierno impone a los más la ley de los menos.
Nuestra lucha es por la libertad para el pensamiento y el caminar, y el mal gobierno pone cárceles y tumbas.
Nuestra lucha es por la justicia, y el mal gobierno se llena de criminales y asesinos.
Nuestra lucha es por la historia, y el mal gobierno propone olvido.
Nuestra lucha es por la Patria, y el mal gobierno sueña con la bandera y la lengua extranjeras.
Nuestra lucha es por la paz, y el mal gobierno anuncia guerra y destrucción.
Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia, libertad, justicia y paz. Estas fueron nuestras banderas en la madrugada de 1994. Estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los 500 años. Estas son, hoy, nuestras exigencias.
Nuestra sangre y la palabra nuestra encendieron un fuego pequeñito en la montaña y lo caminamos rumbo a la casa del poder y del dinero. Hermanos y hermanas de otras razas y otras lenguas, de otro color y mismo corazón, protegieron nuestra luz y en ella bebieron sus respectivos fuegos.
Vino el poderoso a apagarnos con su fuerte soplido, pero nuestra luz se creció en otras luces. Sueña el rico con apagar la luz primera. Es inútil, hay ya muchas luces y todas son primeras.
Quiere el soberbio apagar una rebeldía que su ignorancia ubica en el amanecer de 1994. Pero la rebeldía que hoy tiene rostro moreno y lengua verdadera, no se nació ahora. Antes habló con otras lenguas y en otras tierras. En muchas montañas y muchas historias ha caminado la rebeldía contra la injusticia. Ha hablado ya en lengua náhuatl, paipai, kiliwa, cúcapa, cochimi, kumiai, yuma, seri, chontal, chinanteco, pame, chichimeca, otomí, mazahua, matlazinca, ocuilteco, zapoteco, solteco, chatino, papabuco, mixteco, cuicateco, triqui, amuzgo, mazateco, chocho, izcateco, huave, tlapaneco, totonaca, tepehua, popoluca, mixe, zoque, huasteco, lacandón, maya, chol, tzeltal, tzotzil, tojolabal, mame, teco, ixil, aguacateco, motocintleco, chicomucelteco, kanjobal, jacalteco, quiché, cakchiquel, ketchi, pima, tepehuán, tarahumara, mayo, yaqui, cahíta, ópata, cora, huichol, purépecha y kikapú. Habló y habla la castilla. La rebeldía no es cosa de lengua, es cosa de dignidad y de ser humanos.
Por trabajar nos matan, por vivir nos matan. No hay lugar para nosotros en el mundo del poder. Por luchar nos matarán, pero así nos haremos un mundo donde nos quepamos todos y todos nos vivamos sin muerte en la palabra. Nos quieren quitar la tierra para que ya no tenga suelo nuestro paso. Nos quieren quitar la historia para que en el olvido se muera nuestra palabra. No nos quieren indios. Muertos nos quieren.
Para el poderoso nuestro silencio fue su deseo. Callando nos moríamos, sin palabra no existíamos. Luchamos para hablar contra el olvido, contra la muerte, por la memoria y por la vida. Luchamos por el miedo a morir la muerte del olvido.
Hablando en su corazón indio, la Patria sigue digna y con memoria.
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