Latin Amor REBELLATRIX: FARC-Zone
I
Esta trilogía -tal vez ficcional- es el archivo de mi paso por las FARC –Fuerzas Amorosas Religiosas de Colombia– durante mis épocas de militante en
la Selva Gris:
He
aquí la primer historia: La FARC-Zone
I. Tuve que llevar a mi hermanita a una reunión
de fans de One Direction al Obelisco.
La excitación adolescente, los vendedores y la cantidad de
groupies de Nail, hicieron que me busque un lugar un poco más alejado de la
escena, sin que eso implicara perder de vista a la susodicha.
Ignorando que un millón y medio de personas circulan por día
por ese lugar, me perdí mirando carteles en los edificios y los bichitos de la
capital.
Totalmente perdido, hasta que un par de botas se colaron en
mi periferia y en mi espacio. Me sentí un poco incómodo para levantar a
primeras la mirada y preferí ver los detalles de las botas durante un instante.
Hasta recordar que estaba cumpliendo mi rol de niñero y desesperado busqué con
la mirada a mi hermanita, hasta que la descubrí despreocupada haciendo sus
cosas de groupie. Para entonces, ya había levantado la mirada y me era
imposible no pispear quién se había entrometido en mi espacio. Me excuso en un
cartel y cuando giro para averiguarlo, veo que ella había hecho lo mismo. Rápidamente
volví la vista a los bichitos y ella a los carteles. Situación que se repitió hasta
volverse gracioso.
- ¿No odias eso?
- ¿Odiar qué?
- Los silencios incómodos ¿Por qué tenemos que hablar de idioteces para sentirnos cómodos?
- No sé. Es una buena pregunta.
- Así es como sabes que encontraste a alguien especial. Cuando te puedes callar un jodido minuto y estar cómodo en silencio.
- ¿Odiar qué?
- Los silencios incómodos ¿Por qué tenemos que hablar de idioteces para sentirnos cómodos?
- No sé. Es una buena pregunta.
- Así es como sabes que encontraste a alguien especial. Cuando te puedes callar un jodido minuto y estar cómodo en silencio.
- A nosotros nos falta para eso, pero descuida, nos acabamos
de conocer.
Me hubiese encantado encarar la charla como en Pulp Fiction.
Pero hice algo más estúpido, como de costumbre; le pregunté la hora, dónde
quedaba el Teatro Colon, o alguna cosa por el estilo, ya no me acuerdo.
Para cuando respondió, estaba completamente perdido de
nuevo. Si su cabello canela me había gustado, escuchar su acento bonito y su
voz de confitura me había transportado. No podía concentrarme.
- ¿En serio tú también viniste a estudiar Comunicación?
- ¡Si! Ahora estoy haciendo el CBC en Ciudad
- ¡Ay! Y yo en Puan
- ¡Que loooco! (risas).
La reunión Directioner era todo un éxito.
- ¿Y a ti te gusta One Direction?
- No, vine por mi hermanita, que está en la edad de estas
cosas ¿Vos por qué viniste?
- Por mi novio, él tiene un grupo que imita a los One
Direction, en cumpleaños y estas reuniones.
- Ah, que bien.
- ¿Si? yo creo que es medio estúpido.
Terminó la reunión y volví anonadado, pensando si esa
respuesta fue una daga al corazón al enterarme que estaba de novia, o si hizo que esa chica me gustara aún más. Por
suerte, ya tenía su teléfono.
- ¿Crees en el destino? Por lo loco de cómo nos conocimos,
digo.
- No. Creo que para que las cosas pasen, hay que hacer otras
cosas.
- Es verdad, yo tampoco. Creo que es como una canción que dice:
Yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui, allá Dios que será divino, yo me muero como viví.
Yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui, allá Dios que será divino, yo me muero como viví.
Tiempo después de la reunión Directioner y muchos mensajes,
pasamos a fotografiarnos con García Márquez - Gabo, genio, siempre dándome
buenos momentos- en el primer intento de cita en la Feria del Libro, que por
cierto fue el mismo lugar y misma situación repetida luego, con la colombiana
que va a protagonizar la segunda historia.
Ese primer día también almorzamos vegetariano con la salsa
horrible de un chino. Lugar no propicio para robar un beso.
Entre sus idas y venidas con el imitador de One Direction,
pasamos por días de estudio, cumpleaños e incluso una tarde en que el muchacho
– que nada tiene que ver pobre – nos encontró tirados en su alfombra jugando
con sus mascotas. Y pasaron algunos años.
- Yendo.
Cuando llego después de casi una hora en el 92, me aclara:
- O sea, si corté con él. Pero sigue viviendo en el
mismo piso, hasta que termine el mes.
¿Vamos al parque mejor?
- Mejor.
Y una vez en el parque, con el perro y dos cervezas:
- ¿No es loco el destino? Conocernos como nos
conocimos, estudiar lo mismo, llevarnos tan bien. Estar acá en esta plaza
ahora.
- Es verdad puñeta, es muy loco pensar en cómo se dio todo.
Tenes que viajar conmigo al sur. Ahorremos.
Esa vez y como todas las veces, su manera de
pronunciar la tranquilidad de sus palabras, su acento bonito, su cabello
canela, me hacían perderme. La diferencia, es que ella ahora está más rebelde,
como cualquier militante de las FARC después cinco años en esta selva gris caótica.
Como el perro, que iba y venía, los temas de conversación entre
nosotros se terminaban y empezaban de nuevo. Pero yo no soportaba más la
presión, quería comunicarme ya de otra manera...
- ¡Ay! No ¡¿Qué hiciste?!
¡¿Me quisiste dar un beso?!
Lo dijo casi gritando. Frente a por lo menos tres grupos de
personas o todo el parque , que no me atreví a mirar. Pedí en lo más profundo de mí que no lo
hayan escuchado y por las dudas no levante mirada, mientras enterraba mi uña
en la tierra esperando que me trague.
A lo que escucho:
- Aún no estoy preparada.
Frase que interpreté ya, sin ninguna esperanza. Como
si todo, todo lo que pasó desde ese encuentro entre millones, no hubiese sido
más que un malentendido.
Hablamos un poco más, durante segundos incomodísimos y nos
despedimos.
Y no. No fue una historia de película, más bien fue de blog, aunque mejor definido fue como un knockout en slow motion directo al ego y al cerebro. Pero de alguna manera se transita, se escribe y se viaja de nuevo en el 92 hasta llegar a la habitación, que no por casualidad esa noche está limpia y ordenada.
Y no. No fue una historia de película, más bien fue de blog, aunque mejor definido fue como un knockout en slow motion directo al ego y al cerebro. Pero de alguna manera se transita, se escribe y se viaja de nuevo en el 92 hasta llegar a la habitación, que no por casualidad esa noche está limpia y ordenada.
Comentarios
Publicar un comentario